Recordando Essaoiura

Una gaviota del lado derecho parada sobre el muelle en frente de un bote en Marruecos

De Essaoiura recuerdo poco, pero intentaré contarles lo que más me llamó la atención. Es como si la hubiera visitado entre sueños, y que estos se fueran desvaneciendo de mi memoria. De hecho, justo por eso decidimos empezar a escribir todas estas historias.

Recuerdo que nos sentamos por algo de comer en un roof top donde a la sombra temblábamos de frío, pero en el sol sentíamos el gran calor del desierto. Algo como los inviernos del DF pero en extremo. Eso sí, nos tomamos una botella de prosecco bien fría cuando la gente apenas iba desayunando porque teníamos chueco el horario por tanto viaje que habíamos hecho para llegar hasta ahí.

Recuerdo que había miles de gaviotas sobrevolando la plaza central, intentando robar la pesca del día de las cubetas llenas de cangrejos y camarones, tomando el sol en las barandas de la muralla que protege la ciudad del mar y sus atacantes y acercándose a nosotros mendigando algo de comer. Las mismas gaviotas tenían el suelo completamente bañado de blanco debajo de techos y sombrillas hechizas de madera y palma, por lo que teníamos que caminar con cuidado para no resbalarnos, ni para ser víctimas de sus bombas blancas.

Recuerdo los cientos de botes de madera pintados de azul que llevaban a dos o tres pescadores al Mediterráneo con redes que debían tener cientos de años. Bueno, no sé si cientos pero si se veían muy viejas. Esperaban con ansiedad en barcos hechos con madera carcomida y metal oxidado, que los adentrarían al mar antes del amanecer del día siguiente, y con suerte les ayudarían a conseguir cualquier cosa que pudieran vender sobre el muelle principal, en los restaurantes de este pueblo turístico o tal vez a otras ciudades cercanas como Marrakesh.
Tres pescadores con sus heleras y una sombrilla
Cientos de botes de madera pintados de azul en la playa
Recuerdo las casas y tiendas pintadas de blanco y azul que formaban parte de la muralla, y que vendían pinturas, esculturas de alambre, aretes y collares hechos con conchas y motivos del mar. En algún momento vimos pequeñas calles que olían a mar y formaban callejones, y que seguro en el verano eran los sitios perfectos para alejarse del sol del desierto, pero que en ese momento formaban corrientes de aire que nos congelaban al igual que a los gatos que buscaban restos de pescado o ratones que cazar.

Finalmente, recuerdo que nos llamó mucho la atención como esta ciudad, tan parecida a Marrakesh, también nos evocó a Veracruz en México y la ciudad amurallada de Cartagena en Colombia. Hablamos de cómo las construcciones, la geografía desértica y la forma de vivir podían ser tan distintas y al mismo tiempo tan similares a pesar de la distancia y diferencias entre culturas. Esto ya lo hemos visto en varios lugares del mundo, y es algo que nunca deja de asombrarnos.

Pero eso es lo más que logro recordar de Essaoiura, por lo que mejor les dejo algunas fotos que cuenten lo que yo hoy no pude.
Cañon apuntando al mar desde la muralla de Essaoiura con Cinthya recargada en la pared
Vista de las rocas y del mar fuera de la ciudad amurallada
Edificios altos pintados de blanco o café con muralla alrededor de ellos

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