Oasis de Huacachina y Lujo en Paracas


¿Se imaginan visitar un oasis en medio del desierto como en las películas? Para mí es una de las cosas que mas me gustaría ver: un pequeño lago con sus palmeras en medio de dunas de arena. Y eso es lo que esperábamos en Huacachina por las fotos que encontramos en la interweb, y por lo que nos contaron los locales. Y qué gran decepción. Al menos el oasis. El resto del viaje fue maravilloso.

Resulta que el primero de enero de 2020 nos levantamos como a las 8am, tomamos nuestras chivas y nos fuimos en nuestro auto rentado al oasis de Huacachina en un viaje de aprox. 5 horas. Como era festivo, casi no nos tocó tráfico y, conforme nos alejábamos de la ciudad, empezamos a adentrarnos en zonas desérticas junto al mar, a donde iban autobuses repletos de gente que pasaría su día de descanso en las playas del Pacífico a unas cuantas horas de la ciudad.

Y aunque íbamos manejando junto al mar, alcanzábamos a ver parte de, o la base e inicio de los Andes peruanos, y aunque en ese momento no se apreciaban como en las películas (tuvimos que esperar algunos días para tener esa vista), observábamos como iban creciendo ante nuestros ojos.

Anyway, manejamos y manejamos, cambiamos de piloto en alguna ocasión, escuchamos a LuisMi y a Tiesto durante un rato y, finalmente, llegamos al pueblo de Huacachina. ¿Pero que no íbamos a un oasis? 


Resulta que el oasis, o las fotos del oasis son puro cuento. Sí llego a existir un oasis natural hace muchos años, pero se secó y ahora lo llenan con agua tratada para tener un disque lago artificial. Lo bueno es que no es la única maravilla que ver en ese alejado lugar, sino que están las dunas gigantes de arena que se pueden recorrer en unas cuatrimotos gigantes. Y que vistas tan increíbles se pueden apreciar, como un mar que no acaba excepto por la cordillera de pared en el horizonte.

Para nuestra mala suerte, a Cinthya le acababan de diagnosticar una hernia de disco producto de nuestro accidente de auto de 2009, junto con una subida a las montañas rusas de Six Flags en DC un par de semanas antes. Por eso no pudimos recorrer a toda la velocidad las montañas de arena, y en vez nos adentramos en el desierto, e hicimos la parada obligatoria de sand boarding.

Yo cuando escuché del sand boarding me imaginé que nos íbamos a parar en una tabla como de snowboard, y bajar por las dunas. Al menos es lo que he visto en videos y fotos, pero no. Era agarrarnos con las manos de una tabla cualquiera y dejarnos ir por la montaña. Igual de divertido (o más), y definitivamente más sencillo, sobre todo considerando mi mala coordinación. Aunque sea difícil de creer, después de solo un par de bajadas el dolor de espalda, brazos, y hasta las nachas nos hizo seguir nuestro camino. En parte por la edad, y en parte la gran velocidad que se puede alcanzar.

Para la hora que habíamos hecho todo el viaje, el paseo en boogie, hecho sesión de fotos, y visto asentamientos ilegales de migrantes venezolanos y bolivianos literal en medio del desierto sin acceso a agua, ni electricidad ni nada de nada, solamente pobreza, nos dio la hora de comer. Y pasamos de la pobreza extrema, pobreza de a verdad, al lujo incomparable de nuestro hotel en Paracas patrocinado por puntos ganados en mis viajes de trabajo. Otra vez.

El hotel super lindo, a la orilla del mar, con múltiples albercas gigante, y sobre todo, con una comida DE-LI-CIO-SA. Llegamos a comer a un restaurancito literal sobre el mar, al final de un muelle de madera, donde servían solo cuatro platillos con pesca local del día (vean arriba el menú), con cerveza bien fría. Nada más.

Y en la noche, junto a la alberca y después de que Cinthya fuera a descansar al spa, a entrarle a más comida local como de otro planeta. Muy recomendable ese estilo de vida de ricos y famosos. Pero como somos más normalitos, una noche después seguimos nuestro camino para regresar a Lima y de ahí, con una pequeña escala, nos fuimos volando a Cusco. Pero de eso les cuento otro día.

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