Espíritus de Machu Picchu



Le digo a Cinthya que si me hubiera tocado ayudar en la construcción de Machu Picchu, seguro hubiera sido aplastado por una piedra gigante o me hubiera comido algún animal salvaje. Y qué valientes y asombrosamente ingeniosos e inteligentes a los que sí les tocó. Porque ¡wow Machu Picchu! Que increíble como alguien pudo construir algo así en un lugar como ese. Mis respetos. No por nada es una maravilla del mundo.

Por suerte nos tocó vivirlo como turistas paseadores justo antes del mundo con Covid. Y como lo disfrutamos. Las subidas, las bajadas, las escaleras empinadas que anunciaban una muerte segura, y las vistas impresionantes tanto de Machu como de Huayna Picchu. Y ¿cuál es la diferencia entre los dos? Que Machu es viejo y Huayna es joven. Literal. O sea que son la montaña vieja y la montaña joven. Pero en realidad estas no son solo montañas, o al menos para los incas de hecho son espíritus. Y estas montañas o apus estaban alrededor de la ciudad y sus templos. O algo así, por lo que mejor les dejo este link que tiene una muy buena explicación sobre estas montañas que se encuentran muy dentro de los Andes.

Pero antes de empezar esta travesía, llegamos una noche fría a Aguas Calientes, un mini pueblo no muy bonito que su único propósito es alojar y entretener turistas, y que lo más curioso que tiene es que ¡no permite el acceso a carros, autobuses ni motos! Todo a patín. Lo malo de eso es que cuando caen diluvios, como en la noche en que llegamos, hay que recorrer el pueblo bajo la intensa lluvia. Pero eso fue lo de menos, y tuvimos mucha suerte ya que justo el día que regresamos en tren a Cusco, cerraron las vías y todos los accesos por las inundaciones y los ríos desbordados hacia y desde este pueblo. Como siempre, suertudos.

Pero esa misma lluvia, la neblina y las nubes “bajas” hicieron nuestro viaje super especial, porque nos tocó ver cómo se despejaba el cielo y nos mostraba a Machu Picchu en su máximo esplendor desde el mirador de donde salen las típicas fotos de este lugar. Pero ya me adelanté mucho. No les he contado que, para llegar a Machu Picchu desde Aguas Calientes, recorrimos un camino serpenteante muy temprano en un camión que sube y baja todo el día con cientos o miles de turistas al día. Y como era temporada baja, justo después de año nuevo y cuando la lluvia espanta a los viajeros, no nos tocó tanta gente en nuestra visita. Y ¿adivinen que hicimos cuando llegamos a esta construcción? Efectivamente, ir al baño, porque dentro de la zona arqueológica no se puede orinar y mucho menos hacer lo otro, sin importar que estés ahí durante medio día como nosotros.

Ya en Machu Picchu tuvimos un gran guía que nos dio un tour privado de la zona, que nos contó sobre la santísima trinidad del cóndor, el puma y la serpiente que adoraban los incas (¿a que les suena?), y de los espíritus que habitan o que son las montañas. A mí me sonó muchísimo a la gran “Aquí no es así” de Caifanes, pero ni Cinthya ni nuestro guía entendieron mi comentario ni mi intento d de canto en ese momento. Lo que sí entendieron fueron las miles formas de posar y las miles de tomas distintas pa' tener una buena foto de recuerdo de este lugar maravilloso.










Y como íbamos en tour privado, nosotros nos tomamos nuestro tiempo, absorbiendo vistas y el té de coca con el riesgo de orinarnos encima, mientras veíamos a los rebaños de gente caminar apuradamente para ir a su siguiente destino. ¡Y qué suerte!, porque eso nos permitió subir hasta los 2,667 metros en la cima de Huayna Picchu, de donde casi resbalamos en varias ocasiones como tributo a las montañas. Sin embargo, no fuimos tan afortunados como la gente que tiene un poco más de tiempo y no tiene hernias de disco (ejem Cinthya), y que pueden hacer un treck caminando de 5 a 8 días por las montañas para llegar por el bosque a este destino.

Y tanto lo disfrutamos, que hasta los impermeables de Mickey Mouse, así como mis botas de aventuras (duraron unos ocho años y cientos de kilómetros) se rompieron y las tuvimos que abandonar en Aguas Calientes. Y contrario a lo que se rompió, nuestro ánimo y espíritu viajero se fortalecieron y nos dejaron con más ganas de viaje. 

Pero tanto los viajes en pareja (por ahora) como este blog llegaron a su fin. Empezaremos nuevas aventuras con Victoria de compañía, y cambiaré el escribir posts de nuestros viajes (me faltó hablarles de Cuba, Colombia, Rusia, China, Kenya, México y demás) por cambiar pañales. Al menos por ahora.

Hasta pronto y ¡felices viajes!

Comments

Like us on Facebook