Diarrea en Corea

Cin y yo navidad en corea afuera del restaurante
Viviendo en Filipinas nos preguntamos cual era una buena manera de pasar Navidad y año nuevo. Podíamos ir a la playa, o aprovechar que estábamos cerca del resto de Asia, y viajar a uno de los países más alejados de nuestra isla (Filipinas). Y justo eso es lo que hicimos a finales de 2016, donde utilizamos los pocos días de vacaciones que teníamos y un día antes de Navidad tomamos un vuelo de seis horas a Seoul, donde no llegamos a Año Nuevo gracias a un pollo intoxicante.

Este fue un viaje de aventuras mezcladas entre lo bueno y lo malo. Empezamos de manera increíble, llegando el 24 de diciembre a Seoul, e inmediatamente fuimos víctimas de la hospitalidad y politeness extremo de los coreanos. ¿Por qué o cómo está la cosa? Resulta que tomamos el metro y un bus hacia nuestro hotel, y como había unas calles en construcción, Google Maps nos daba una ruta equivocada. Un chavo coreano nos vio medio perdidos y con su poco inglés nos llevó a la zona de nuestro hotel, sin importar que él se desviara bastante de su ruta.
Por fin logramos llegar al centro histórico de la ciudad donde estaba nuestro hostal, y pues era hora de cenar, sobre todo porque era Noche Buena. ¡Pero todo estaba cerrado! O para nuestra buena suerte, casi todo. Encontramos un bar pequeñito super padre, una mezcla coreana con adornos y ambiente americano como de los 50’s, con un poco de jazz, posters de pelis vintage, etc., pero con comida super local y como no, con un poco de cerveza local y del famoso soju, que es como el sake japonés o tequila mexicano. Lo atendía una sola señora que cocinaba todo en el momento, y que nos sirvió un como omelette, cruzado con hot cake de huevo con pollo y verduras sorprendentemente sabroso entre otras curiosidades. Obviamente todo fue acompañado de un poco de delicioso kimchi, que de tanto que comimos en el viaje regresamos a Filipinas apestando a col fermentada #fuchila.

Pero así como encontramos un mini restaurant con muy buena comida local, unos días después nos sentamos en un mercado a comer un guiso de pollo con arroz y verduras que estaba decente pero que casi me mata. A Cinthya solo le soltó la panza y le dio un poco de fiebre unos días después, pero yo lo sufrí. Resulta que en Gyeongju, el equivalente de un pueblo mágico en México, dormimos en un templo budista para experimentar dormir en un tatami, pararnos a rezar con el monje y todo eso. Pero antes de ir a dormir, salimos a cenar a ese mercado, y unas horas después, tipo a media noche, ya no pude dormir por los estragos que hizo en mí.

Al día siguiente teníamos agendadas varias actividades en el templo e íbamos a salir a pasear con una guía de turistas local, pero estaba tan mal que no me pude separar del baño además de que tenía mucha fiebre. Por suerte, el esposo de la nuestra guía era dueño de una farmacia que me dio alguna medicina para calmarme los problemas estomacales. Lo que nunca pude entender es como nuestra guía nos iba a llevar de aquí para allá cuando en realidad no hablaba inglés y nunca le pudo entender a Cinthya que era lo que pasaba.
Con algo de suerte, me dieron algo para controlar el chorro de problemas que tenía, además de que el monje me dio un remedio tradicional de hierbas, que no se si eran legales o no, pero que me ayudaron a sentirme mucho mejor.

Y así, con problemas para tomar trenes y buses para andar de aquí pa allá, pero con ganas de conocer lo más que pudiéramos de este tierra que ha sufrido tanto por cientos de años pero que ha sabido salir adelante, llegamos al fin de año donde nos encerramos en nuestro hotel y festejamos con unas galletas y un poco de agua o refresco. Nuestra panza y nuestra nariz nos lo agradecieron.

A la próxima les cuento de otras experiencias culinarias super divertidas. Tipo comer un pulpo que aún sigue medio vivo.

Nota: Si tienen oportunidad, lean Pachinko, una obra maestra que narra un poco la historia moderna de los inmigrantes Coreanos en Japón durante los 1900s. Super recomendable.

Comments

Like us on Facebook