Annapolis
Annapolis es uno de esos lugares no tan conocidos por los no americanos que es maravilloso, y que además tiene una historia impresionante. Y esa historia es lo que lo hace aun más increíble. No porque tuviera batallas épicas, artistas famosos ni nada del estilo, sino por una sola reunión que transformó la historia de EUA, dio gran forma a su cultura, a como se desarrolló su economía y su vida política. Intenten adivinar que fue esa reunión, y en unos párrafos más sabrán si supieron de que evento estoy hablando.
Tip: Recuerden que hablo de Annapolis, Maryland, muy cerca de lo que hoy es Washington DC.
Annapolis es famosa por su club de yates, por los restaurantes a la orilla del mar, y por el centro histórico de seis calles que es muy pintoresco. Hasta un día antes de ir, ni Cinthya ni yo teníamos idea de todo esto. Una semana antes, alguien nos comentó que Annapolis era buena opción para hacer un day trip, o sea que decidimos ir de ida y vuelta un sábado con Maribel y Lucía (española y boliviana que mencioné en el post de Thanksgiving).
Para mi buena suerte, Tony, un compañero de la oficina italo-americano con perfecto español, el día antes de viajar me dio tips de todos los lugares que debíamos visitar, donde comer, que pubs visitar y hasta donde estacionarnos. No miento. Él había vivido ahí algún tiempo atrás, por lo que tenía buena información sobre el pueblo, y eso nos permitió no llegar a Annapolis como el Borras, como solemos hacer en muchos lugares.
Me voy a desviar un poco del tema para contarles del buen Borras. No hablo del Borras, el perro de Roma. Ni del actor que sólo los de la generación de mis papás conocen. Yo la primera vez que escuché del Borras fue por el buen Lothar, un ex-compañero del Deleite que probablemente hablaba del actor, pero en ese momento me lo apropié.
Entonces, en muchos, o casi en todos de nuestros viajes, e incluso en la vida diaria, Cin y yo solemos llegar a lugares o eventos increíbles por casualidad, y siempre decimos: "llegamos como el Borras". O como el burro que tocó la flauta. Y curiosamente me acabo de dar cuenta que en literal un año de posts, no había hablado de este cuasi-famoso personaje.
Anyway, como siempre, nos pusimos a caminar por el pueblo, haciendo la primera parada en el baño de la cafetería de St. John's College, donde parecíamos los papas de algunos estudiantes pubertos. Después de la parada reglamentaria, seguimos caminando por las callecitas del centro, entrando al Congreso y... ya. Eso es todo lo que hay que ver en el pueblo. Estábamos seguro que podíamos encontrar más actividades turísticas, por lo que otra vez fuimos al baño pero ahora en el centro de información turística, y nos recomendaron hacer dos cosas más: visitar la Escuela Naval e ir al muelle y su mercado.
Sin embargo, la Escuela Naval no la pudimos visitar por una tontería. Llegamos a la base, nos formamos, Cin y yo pasamos seguridad, esperamos a Maribel y Lucía, seguimos esperando, esperando, y pues nunca pasaron. Resulta que Maribel no llevaba ID oficial gringa (licencia o algo similar), ni su pasaporte, por lo que la vieron como un riesgo de seguridad nacional y le declinaron la entrada. Era lo mejor de la ciudad y pues no pudimos entrar. De hecho volvimos a intentarlo con su ID de la escuela (University of Delaware), y ya la tenían fichada por lo que la volvieron a batear. Ni modo.
Además de esas dos cosas, teníamos planeado caminar sobre la orilla del mar y comer en un restaurante con vista a los veleros, y por suerte sí lo terminamos haciendo. Nos relajamos en la terraza, pedimos algunos mariscos típicos de la costa este (pura fritura contrario a lo fresco de las playas mexicanas) y, después de descansar un rato, nos fuimos de vuelta a DC.
Que bonitos son esos paseos de un día en los que no hay que gastar ni planear mucho, ¿no? Lo disfrutamos muchísimo, pero pues nos duró poco el gusto al igual que las cosas que ver y hacer. Y como no hay mucho más que contar, les propongo que nos veamos en DC, donde además les daré la respuesta de la pregunta que hice al principio.
Ahí nos vemos.
Tip: Recuerden que hablo de Annapolis, Maryland, muy cerca de lo que hoy es Washington DC.
Annapolis es famosa por su club de yates, por los restaurantes a la orilla del mar, y por el centro histórico de seis calles que es muy pintoresco. Hasta un día antes de ir, ni Cinthya ni yo teníamos idea de todo esto. Una semana antes, alguien nos comentó que Annapolis era buena opción para hacer un day trip, o sea que decidimos ir de ida y vuelta un sábado con Maribel y Lucía (española y boliviana que mencioné en el post de Thanksgiving).
Para mi buena suerte, Tony, un compañero de la oficina italo-americano con perfecto español, el día antes de viajar me dio tips de todos los lugares que debíamos visitar, donde comer, que pubs visitar y hasta donde estacionarnos. No miento. Él había vivido ahí algún tiempo atrás, por lo que tenía buena información sobre el pueblo, y eso nos permitió no llegar a Annapolis como el Borras, como solemos hacer en muchos lugares.
Me voy a desviar un poco del tema para contarles del buen Borras. No hablo del Borras, el perro de Roma. Ni del actor que sólo los de la generación de mis papás conocen. Yo la primera vez que escuché del Borras fue por el buen Lothar, un ex-compañero del Deleite que probablemente hablaba del actor, pero en ese momento me lo apropié.
Entonces, en muchos, o casi en todos de nuestros viajes, e incluso en la vida diaria, Cin y yo solemos llegar a lugares o eventos increíbles por casualidad, y siempre decimos: "llegamos como el Borras". O como el burro que tocó la flauta. Y curiosamente me acabo de dar cuenta que en literal un año de posts, no había hablado de este cuasi-famoso personaje.
Anyway, como siempre, nos pusimos a caminar por el pueblo, haciendo la primera parada en el baño de la cafetería de St. John's College, donde parecíamos los papas de algunos estudiantes pubertos. Después de la parada reglamentaria, seguimos caminando por las callecitas del centro, entrando al Congreso y... ya. Eso es todo lo que hay que ver en el pueblo. Estábamos seguro que podíamos encontrar más actividades turísticas, por lo que otra vez fuimos al baño pero ahora en el centro de información turística, y nos recomendaron hacer dos cosas más: visitar la Escuela Naval e ir al muelle y su mercado.
Sin embargo, la Escuela Naval no la pudimos visitar por una tontería. Llegamos a la base, nos formamos, Cin y yo pasamos seguridad, esperamos a Maribel y Lucía, seguimos esperando, esperando, y pues nunca pasaron. Resulta que Maribel no llevaba ID oficial gringa (licencia o algo similar), ni su pasaporte, por lo que la vieron como un riesgo de seguridad nacional y le declinaron la entrada. Era lo mejor de la ciudad y pues no pudimos entrar. De hecho volvimos a intentarlo con su ID de la escuela (University of Delaware), y ya la tenían fichada por lo que la volvieron a batear. Ni modo.
Además de esas dos cosas, teníamos planeado caminar sobre la orilla del mar y comer en un restaurante con vista a los veleros, y por suerte sí lo terminamos haciendo. Nos relajamos en la terraza, pedimos algunos mariscos típicos de la costa este (pura fritura contrario a lo fresco de las playas mexicanas) y, después de descansar un rato, nos fuimos de vuelta a DC.
Que bonitos son esos paseos de un día en los que no hay que gastar ni planear mucho, ¿no? Lo disfrutamos muchísimo, pero pues nos duró poco el gusto al igual que las cosas que ver y hacer. Y como no hay mucho más que contar, les propongo que nos veamos en DC, donde además les daré la respuesta de la pregunta que hice al principio.
Ahí nos vemos.
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