Adentrándonos en Tailandia - Parte 2

En el post anterior les hablé un poco de la comida y de los templos que encontramos en el Reino de Tailandia. Pero lo que no les conté es que en Chiang Rai, en un templo budista escondido cerca de la cima de una montaña nos dieron una "bendición" de acuerdo a las tradiciones budistas. En realidad creo que era más un ritual (en el mejor sentido de la palabra) para la buena suerte, y un monje ancestral nos ató una pulsera de hilos naranjas que me duró en la muñeca unos cinco años hasta que finalmente se rompió. A Cinthya no le duró ni dos semanas. De hecho no habíamos regresado de Asia y ya se la había quitado.

Y completamente contrario a la experiencia de este templo budista, llegando a Bangkok tomamos transporte público para ir a nuestro hotel que estaba en una zona alocada, céntrica y turística. ¡Pero de turismo sexual! Resulta que llegamos, dejamos nuestras chivas, salimos a caminar y a recorrer la zona, y ya de regreso se nos antojó algo de comer además de una cervecita para el calor que tatemaba. Ya estábamos muy cerca a nuestro hotel, y pues nos metemos al primer bar que nos encontramos. Y vaya sorpresa.

Aunque nos sentamos en una barra que daba a la calle (así como en cualquier restaurante turístico te sientan junto a la ventana para que parezca que hay gente), empezamos a ver que las meseras eran chicas tipo hooters región asiática, pero en realidad estaban esperando otro tipo de clientes. No al par de ñoños que iban literal a comer algo rápido. Sin importarnos mucho, pero si viendo como los otros pocos clientes eran señores solteros occidentales, después de nuestra cerveza y un poco de comida no asiática, seguimos nuestro camino. Si recuerdan, esta fue la primera pero no la única vez que esto nos sucedió en Asia, aunque sí fue de las ocasiones más light.



Anyway, esa misma noche tomamos un mini crucero con cena para ver la ciudad y los templos iluminados de noche. ¡Y que templos! Wat Pho, Wat Arun, Wat Traimit y el Gran Palacio Real. Tanto de noche como de día son impresionantes. Ya había hablado un poco de su arquitectura, de cómo tienen pagodas muy distintas a las japonesas, mas redondas, algunas de la altura de un persona, y otras de un edificio de varios pisos. También había hablado de las estatuas de Buda, pero recuerdo que la que mas me llamó la atención, fue la de un Buda recostado de 46 metros. Y es super curioso verlo, porque como está detrás de unas columnas, parece que estuviera felizmente encarcelado. La ironía total ya que Buda está completamente libre del mundo físico.

Pero cómo sería prácticamente imposible hablar de todos los templos que visitamos, de todo lo que recorrimos, de sus historias y demas, mejor les dejo un link para que vean los top 20 templos de Bangkok, según la interweb.



Anyway, en otra ocasión, ya viviendo en Filipinas, regresé a Bangkok para una sesión de trabajo, donde me hospedé en uno de los hoteles más nice de la ciudad, el Athenee Hotel. ¿Y recuerdan que en este post de Singapur hice un comentario de una persona un poco farola? Pues resulta que yo, un plebeyo cualquiera, tenía el mejor status de huésped de Marriott/SPG por todas las noches que pasé en Retiro, Buenos Aires, y para sus pocas pulgas, coincidimos al llegar al hotel. 

Resulta que me formo en la fila del check in para los clientes nice sin darme cuenta que él estaba detrás de mí, y me tardé horas en hacer el check in porque estaba hablando con la recepcionista sobre todos los servicios del hotel, de la comida, de México, de mi cuarto con tres habitaciones, y hasta tomándome foto ¡por ser cliente distinguido! Mejor customer experience ever. Menos para el susodicho, que me miró con ojos fulminantes en cuanto acabé toda la letanía y lo encontré parado frente a mí al terminar el check in. Cabe decir que pagué mi atrevimiento no durmiendo las siguientes dos noches, haciendo cambios a todo el workshop que habíamos planeado con semanas de anticipación por capricho del señor.

¿Y eso que tiene de interesante y relevante con el viaje? No mucho, excepto para comentar que hay ocasiones que nos toca viajar por la chamba, y en algunas tenemos mucha suerte de conocer el lugar al que vamos (Malasia, Argentina, etc.), mientras que en otras cosas no vemos nada más que la oficina y/o hotel en el que nos hospedamos (esta ocasión, en South Dakota y en Nebraska).

Y con esta última experiencia en Bangkok, nos despedimos de la ciudad y de su alfabeto de viboritas para visitar un majestuoso santuario de elefantes.

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