Rumbo al desierto en Marruecos
Alfredo es un camello alto y flaco. Como la mayoría de los camellos, camina por el desierto sin queja y sin destino. Al menos él no sabe el destino, pero en realidad Alfredo nos lleva rumbo al desierto de Zagora, a la entrada del Sahara en Marruecos, donde es posible acampar bajo un cielo con millones de estrellas.
Y no, su nombre no es Alfredo, pero así lo bautizamos Cinthya y yo.
El famoso paseo en camello es toda una aventura que realmente vale la pena. Hay que salir muy temprano de la medina en Marrakesh en una camioneta que cruza valles, montañas y oasis, y que por momentos da la impresión que no llegará a su destino. No es porque sea una camioneta vieja o en mal estado, sino porque zigzaguea peligrosamente junto a precipicios y acantilados con cientos de curvas cerradas o en mal estado.
Y no se equivoquen, la vista en el camino es espectacular. Es como si combináramos los Highlands escoceses con el camino a Real del Catorce. No, no estoy describiendo la carretera de San Luis Potosí. Aquí se siente la inmensidad del desierto a donde quiera que se mire y, el color rojizo o a veces verde oxidado, dan la impresión que hubiéramos dejado la Tierra.
Eso sí, no olviden tomar Dramamine o llevar pulseras contra el mareo. Hasta al menos mareadizo e incluso al chofer le pega tanta curva.
De repente y sin aviso, paramos en medio de la nada, donde se han reunido otras camionetas como la nuestra. Bajamos del auto y llega la primer señal que nos recuerda que estamos en un país de tercer mundo: niños pidiendo dinero y, los más grandecitos, ofreciendo cargar nuestras mochilas. ¡En la mitad del desierto!
Pero después de dejar la camioneta atrás es cuando nace el amor a primera vista con Alfredo. Igual y exagero un poco, pero para los que han tenido oportunidad de hacer este recorrido seguro cuando les asignaron su camello inmediatamente se encariñaron con él o ella. No se compara con cualquier burro o caballo de rancho que hayan montado en la Sierra Queretana o en la Marquesa. Es diferente su tamaño y su presencia, además de que crea la expectativa de internarnos en un lugar recóndito y desconocido.
Y aquí empieza la aventura real en el desierto. Pero igual que nosotros, tendrán que esperar un poco para saber que nos espera.
Y no, su nombre no es Alfredo, pero así lo bautizamos Cinthya y yo.
El famoso paseo en camello es toda una aventura que realmente vale la pena. Hay que salir muy temprano de la medina en Marrakesh en una camioneta que cruza valles, montañas y oasis, y que por momentos da la impresión que no llegará a su destino. No es porque sea una camioneta vieja o en mal estado, sino porque zigzaguea peligrosamente junto a precipicios y acantilados con cientos de curvas cerradas o en mal estado.
Y no se equivoquen, la vista en el camino es espectacular. Es como si combináramos los Highlands escoceses con el camino a Real del Catorce. No, no estoy describiendo la carretera de San Luis Potosí. Aquí se siente la inmensidad del desierto a donde quiera que se mire y, el color rojizo o a veces verde oxidado, dan la impresión que hubiéramos dejado la Tierra.
Eso sí, no olviden tomar Dramamine o llevar pulseras contra el mareo. Hasta al menos mareadizo e incluso al chofer le pega tanta curva.
De repente y sin aviso, paramos en medio de la nada, donde se han reunido otras camionetas como la nuestra. Bajamos del auto y llega la primer señal que nos recuerda que estamos en un país de tercer mundo: niños pidiendo dinero y, los más grandecitos, ofreciendo cargar nuestras mochilas. ¡En la mitad del desierto!
Pero después de dejar la camioneta atrás es cuando nace el amor a primera vista con Alfredo. Igual y exagero un poco, pero para los que han tenido oportunidad de hacer este recorrido seguro cuando les asignaron su camello inmediatamente se encariñaron con él o ella. No se compara con cualquier burro o caballo de rancho que hayan montado en la Sierra Queretana o en la Marquesa. Es diferente su tamaño y su presencia, además de que crea la expectativa de internarnos en un lugar recóndito y desconocido.
Y aquí empieza la aventura real en el desierto. Pero igual que nosotros, tendrán que esperar un poco para saber que nos espera.
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