Una noche en el desierto

Camellos recostados en el desierto de Marruecos - foto de Condensed EarthSi leyeron el post sobre nuestro viaje al desierto en Marruecos, saben que Alfredo el Camello nos llevó al sitio en el que íbamos a "acampar". Pero, ¿cómo se acampa en el desierto? ¿No es super caliente de día y helado de noche? Además fuimos en Enero, por lo que el invierno no ayudaba. No sabíamos que esperar, pero sin duda al llegar al sitio donde pasaríamos la noche nos sorprendió. Mucho. Y para bien.
Fuimos los primeros en llegar a un campamento de unas 20 o 30 tents, por lo que tuvimos chance de elegir donde nos quedábamos. Queríamos cerca del baño para los incesantes viajes que Cinthya hace por las noches. Pero no tan cerca como para escuchar a la gente pasar. Queríamos en el centro para abrigarnos por el calor de las demás cabañas. Pero no tan en medio como para escuchar a la gente roncar. En realidad no importó la ubicación de nuestra "casa" de ese día.

El caso es que empezaron a llegar los demás grupos de turistas despistados como nosotros, y pues empezó la pachanga. ¡Pero si Cin y yo somos super ñoños y no echamos mucha pachanga! ¡Así es! Pero siempre nos gusta platicar con los demás viajeros para intercambiar historias, tips, ideas de viaje y en general saber un poco de donde vienen y a donde van. Esta vez nos tocó platicar con una familia Colombiana muy bacana.

Además de la buena compañía, lo que más nos interesó fue ver la vía lactea. Algo que no sabíamos es que, en una noche con luna llena, o al menos con una buena luna que alumbre bien, la inmensidad de la galaxia y en general de las estrellas solo se aprecia justo después del anochecer. ¿Por qué? Porque al igual que en zonas pobladas con luz artificial, la luna puede alumbrar tanto que no se distingue más que un cielo bastante estrellado, pero no tan imponente.

Ver el cielo estrellado sin nubes, sin contaminación, sin luces falsas ni nada que filtre su grandeza es sin duda alguna y, tristemente, una de las experiencias más maravillosas que he tenido. ¿Cómo? ¿Cómo que tristemente? Lo leyeron bien. Ojalá esta experiencia fuera algo super común. Que fuera algo que no nos sorprendiera tanto a los que vivimos ocupados como para ver el cielo y que, cuando lo hacemos, estamos en medio de contaminación visual que bloquea nuestra vista. Cabe añadir que desde la zona de tents y de la fogata no era posible ver este espectáculo, sino que había que caminar unos cuantos metros al desierto donde era la obscuridad era absoluta.

Conforme nos alejábamos del campamento sólo distinguíamos las siluetas del desierto, de los camellos y de un par de locos que sí se fueron a explorar en medio de la noche. Nosotros preferimos dejar esa aventura para la mañana siguiente, cuando nos levantamos antes del amanecer que vimos desde un par de montañas rojas. Yo de la más cercana. Cinthya de una lejana.

Anyway, después de una rica cena marroquí / berebér que obviamente incluía cuscús y por supuesto un rico tajine de cordero y de socializar un rato, fue hora de dormir. Y otra vez nos sorprendimos. En cada cabaña había un par de camas con semejantes colchas hechas a mano que incluso en el frío del desierto no dejaba pasar al frío. Obviamente en el momento que sacábamos un pie de la cama nos congelábamos, pero mientras no lo hiciéramos no había problema.

Como les comenté más arriba, por la mañana nos despertemos a ver el amanecer desde una de las montañas cercanas, y luego regresamos al campamento para tener un rico desayuno muy sencillo. Jugo, fruta y unas crepas y baguettes que nos demostraba la gran influencia francesa en este país del sur del mediterráneo. Finalmente era hora de regresar. Primero con el buen Alfredo, y luego en nuestra camioneta (sin radio) por ocho horas hacia Marrakesh. Cansados físicamente, pero con la mente renovada.

Por si se quedaron con la duda, Cinthya sí se levantó al baño esa noche aunque, contrario a su costumbre, sólo una vez. Supongo que el frío le ganó a sus ganas. ¡Nos vemos de vuelta en Marrakesh!

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