Royal Ascot y Spartan Race... más diferente, imposible

Uno de los mejores fines de semana que pasamos en Londres fue a principios de Junio de 2018 con dos experiencias únicas que no podrían ser más opuestas. Eso sí, con un par de similitudes extrañas (más adelante se las comento). Fue el fin donde vimos a la Reina y comimos con Lords y Ladies ingleses en el Royal Ascot, y donde también nos enlodamos y llenamos de moretones corriendo un Spartan Race de 16 kilómetros. Más diferente, imposible.

Lo mejor del fin, obviamente fue la compañía, y no hablo de Cinthya, si no de nuestros amigos MITeanos-venezolanos Claudia y Juan. Bueno, también de Cinthya, que amenizó los dos días. Les cuento un poco como estuvo la cosa.

Un viernes cualquiera a principio de año nos reunimos con Juan y Claudia en su casa de Chiswick para comer unas ricas arepas, tomar algo ligero y pasar un rato agradable. Resulta que en esa conversación, después de unos tragos de agua natural, salió el tema de cuánto ejercicio hace Cinthya a la semana, y de cómo estábamos considerando correr un Spartan o alguna carrera similar. En la euforia del momento y combinado con los vasos de agua, Juan tuvo la maravillosa idea de inscribirnos a esta carrera ahí mismo para que no nos pudiéramos echar para atrás. Eso sí, dijo que la de 5 kilómetros era muy simple, por lo que decidimos correr la de 16, más obstáculos.

La carrera más cercana era en un aeródromo de Gales a principio de Junio, y al revisar el calendario coincidía con el Royal Ascot, un evento al que Claudia y Juan ya tenían planeado ir y que de muy buena onda nos invitaron (creo que Claudia ya había invitado a Cinthya desde antes, por lo que no nos auto-invitamos en el momento).

De cualquier manera, pasaron los meses, nos fuimos preparando para la carrera, y llegó el fin de semana más importante del año.
Antes de la invitación, yo no tenía la menor idea que el Ascot existía. No sabía que era un evento super tradicional en Inglaterra, y mucho menos que yo algún día iría. Semanas antes me puse a investigar sobre el dress code, como llegar, etc. y me fui a rentar mi traje de Lord barato #sileyeronbien y mi top-hat. Cinthya estuvo buscando su sombrero que tenía que cumplir con mil regulaciones y por fin encontró uno que le quedara bien y que no fuera de un precio exorbitante.

El día del evento tomamos el tren junto con cientos de otros ingleses, y ¡oh sorpresa! Era un peste, un calor y una buena borrachera dentro del tren. Eso sí, todos super elegantiosos. Cinthya y yo no lo sabíamos bien en ese momento, pero nuestro grupo iba al Royal Enclosure, que es la parte nice del hipódromo sin llegar a ser los palcos de la realeza, pero para llegar ahí había que tomar un tren que ni en el DF se llena tanto y luego caminar un poco al estadio. Con nuestro pase VIP nos fueron segregando de los commoners inmediatamente que llegamos a la estación, hasta que por fin llegamos al estacionamiento de la gente fifi, donde nos esperaban nuestros anfitriones del día: una pareja que eran literal Lord y Lady ingleses, junto con otros invitados, todos super buena onda, con el típico charm y politeness ingles.
De tomar nos consintieron con champagne, de comer sopa y un guiso super rico en la vajilla fina que estaba guardada en la cajuela del coche que le hacía de bodega y refri, y de entretenimiento tuvimos fantásticas pláticas de nuestros viajes y nuestro background. Después de un rato salimos corriendo para agarrar buen lugar en las gradas nice (la plebe no tenía gradas, si no que estaban en el pasto normal) para ver pasar a Her Majesty Queen Elizabeth II de cerquita, y sobre todo para ver cómo agitaba su manita desde donde estábamos sentados.

Ni Cinthya ni yo sabemos mucho de apuestas y mucho menos de caballos, pero Juan nos explicó cómo funciona todo el show. Visitamos los "establos" y el área donde pasean a los caballos antes de que corran, y apostamos unas cuantas libras que perdimos en un abrir y cerrar de ojos. Estuvimos muy pipiris durante toda la tarde, paseándonos entre la crema y nata de Inglaterra, hasta que fue hora de regresar.
Y aquí es cuando la tarde nice se convirtió en una mezcla de Spartan y los Juegos del Hambre. Toda la plebe y algunos de los ricachones andaba ahogada, había gente tirada en las banquetas, chicas llorando y vomitando por todos lados, vestidos y sombreros rotos y un relajo imposible. Yo tenía que regresar mi sombrero rentado en uno de los estacionamientos afuera del complejo donde fueron las carreras, y fue toda una aventura hacerlo y regresar, porque casi no nos dejan entrar al estacionamiento donde nos esperaba nuestro ride de regreso a Londres.

Finalmente llegamos al coche, y tuvimos un viaje agradable hasta South Ken, donde terminamos nuestro día agotados pero listos para creernos caballos el día siguiente en el Spartan. De eso les cuento luego, porque no pensé que el Ascot ocuparía tanto espacio.

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